Para emplazamientos que no tienen acceso a la red eléctrica, las instalaciones fotovoltaicas autónomas son una opción para proveerse del servicio eléctrico de manera fiable, segura y respetuosa con el medio ambiente.

Con este tipo de energía, podemos suministrar energía eléctrica a masías alejadas de núcleos urbanos poblados, o establecer redes privadas que permiten tener un sistema de seguridad que no dependa del flujo energético exterior. Esta energía, se utiliza de forma habitual en señalización de carreteras, farolas autónomas solares para alumbrado público, de urbanizaciones, etc., o el bombeo de agua, entre otras.

El sistema está formado por un campo fotovoltaico , que capta la radiación solar, las baterías , que almacenan la energía y permiten disponer durante las 24 horas del día y en días de escasa insolación; el regulador de carga de baterías, que las protege de descargas o sobrecargas; y el ondulador o inversor , que transforma la electricidad de corriente continua, generada por las placas, en corriente alterna, adecuado a los aparatos de consumo.

Una instalación fotovoltaica autónoma puede cubrir el 100% de las necesidades de energía. Aun así, un consumo energético responsable por parte del usuario es esencial para aprovecharla al máximo con el mínimo coste posible.